martes, 24 de marzo de 2015

Helberto Helder



Helberto Helder
Hoy día 24 de Marzo, muere el gran poeta portugués nacido hace 84 años en Funchal, capital de la isla Madeira, es considerado como uno de los grandes maestros de la poesía portuguesa.
Este autor, natural de nuestro vecino Portugal,  fue extremadamente  reservado, escribió  y vivió de forma intensa, selecta e irregular, Rechazó todos los premios y homenajes y no concedió entrevistas.
Publicó parte de sus obras en ediciones únicas de reducida tirada.

De  El amor en visita (O Amor em Visita), hasta  La muerte sin maestro (A Morte sem Mestre), su poesía experiental ha marcado la lengua portuguesa, hay que destacar entre otros, La cuchara en la boca (A Colher na Boca),  Los pasos alrededor (Os Passos em Volta), Humus (Húmus), El cuchillo que no corta el fuego (A Faca Não Corta o Fogo). 

Como singularidad, hay que destacar que rechazó el premio Fernando Pessoa en el año 1994.

EL POEMA

I
Un poema crece inseguro
en la confusión de la carne.
Sube aún sin palabras, sólo ferocidad y placer,
tal vez como sangre
o sombra de sangre por los canales de ser.

Fuera existe el mundo. Fuera, la espléndida violencia
o los granos de uva de donde nacen
las raíces minúsculas del sol.
Fuera, los cuerpos genuínos e inalterables
de nuestro amor,
los rios, la gran paz exterior de las cosas,
las hojas durmiendo el silencio
— la hora teatral de la posesión.

Y el poema crece tomando todo en su regazo.
Y ya ningún poder destruye el poema.
Insustentable, único,
Invade las órbitas, la superficie  amorfa de las paredes,
y la miséria de los minutos,
y la fuerza equilibrada de las cosas,
y la redonda  libre armonía del mundo.
—Abajo, el instrumento perplejo ignora
la dificultad del mistério.

—Y el poema se hace contra el tiempo y la carne.


O POEMA

I
Um poema cresce inseguramente
na confusão da carne.
Sobe ainda sem palavras, só ferocidade e gosto,
talvez como sangue
ou sombra de sangue pelos canais do ser.

Fora existe o mundo. Fora, a esplêndida violência
ou os bagos de uva onde nascem
as raízes minúsculas do sol.
Fora, os corpos genuínos e inalteráveis
do nosso amor,
os rios, a grande paz exterior das coisas,
as folhas dormindo o silêncio
—a hora teatral da posse.

E o poema cresce tomando tudo em seu regaço.
E já nenhum poder destrói o poema.
Insustentável, único,
invade as órbitas, a face amorfa das paredes,
e a miséria dos minutos,
e a força sustida das coisas,
e a redonda e livre harmonia do mundo.
—Em baixo, o instrumento perplexo ignora
a espinha do mistério.

—E o poema faz-se contra o temo e a carne.


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